El fenómeno ‘cohousing’: viviendas comunes, más económicas, ecológicas y sociales

La economía colaborativa llega a la vivienda en España con el cohousing: compartir un espacio residencial construido o adquirido conjuntamente por un grupo de personas –amigos, familiares o desconocidos– con una idea común: crear una nueva forma de convivencia en la que ya no hay vecinos sino compañeros, todos responsables de mantener el inmueble, de crear servicios utilizados por todos, de reducir los gastos y lograr un consumo energético sostenible.

Funciona  como una cooperativa en el más amplio sentido de la palabra y se rige por los principios de la Ley de Cooperativas. Se basa en el modelo Andel, desarrollado hace 30 años en los países escandinavos: ni es una propiedad privada individual ni un alquiler, sino una entidad de socios que se convierten en copropietarios de un edificio, con el derecho de uso común, y en el que cada uno paga las cuotas proporcionales según el espacio que ocupa. En España, SostreCívic es una de las organizaciones más representativa de esta tendencia y utiliza la fórmula del MCU (Modelo de Cooperativa de Uso), basada en que los propietarios no son propietarios de las viviendas si no que tienen el derecho de utilización gracias a una aportación de entrada más una cantidad en concepto de alquiler, muy similar al modelo Andel.

El cohousing no es ninguna novedad en muchos países. Según la web consumer.es, el 35% de las viviendas suecas funcionan con este sistema; en Dinamarca es el 10%. Y son muy habituales en Alemania, Reino Unido o Estados Unidos.

Es ahora cuando en España comienzan a surgir proyectos de residencias colaborativas, como el que la cooperativa Entre Patios está poniendo en marcha en el barrio madrileño de Arganzuela: viviendas construidas con criterios ecológicos de 60 m2 útiles más espacios comunes, y por el que los copropietarios no pagarán más de 800 euros mensuales.

¿Cuáles son las ventajas del cohousing?

El colectivo CoVER, formado por un grupo de profesionales que está desarrollando viviendas colectivas sostenibles en el País Vasco, resume las ventajas en tres apartados:

  • Es más económico. La construcción o adquisición del inmueble (un edificio o un conjunto residencial) es colectivo, de manera que se reducen los costes y los gastos. El objetivo es abonar cuotas mensuales que sean equivalentes a un alquiler social. Además, se comparten las facturas de electricidad, agua, gas, limpieza e incluso se crean redes de Internet comunes para también compartir los gastos de comunicación.
  • Es más social. Se pretende desarrollar al máximo el sentido de comunidad, donde todos formen parte de un mismo proyecto vital en el que compartir ideas, propuestas y experiencias; donde todos se conozcan y se ayuden, por ejemplo, en el cuidado de los niños creando zonas comunes de guarderías y juegos, o puntos de encuentro para que los mayores no se sientan solos. De esa forma se facilita también la conciliación de la vida familiar y profesional.
  • Es más sostenible. El cohousing se relaciona con un concepto ecológico de vivienda. Generalmente los inmuebles colaborativos son de nueva construcción, es decir, los copropietarios determinan qué materiales se emplean y qué sistemas de climatización e iluminación se instalarán. El objetivo es lograr la máxima eficiencia energética utilizando tecnologías renovables y reduciendo al máximo la emisión de gases contaminantes. Al mismo tiempo, al compartir bienes y servicios, como la lavadora o Internet, se reduce el consumo.

La vivienda colaborativa en España apenas está dando sus primeros pasos, pero existen cada vez más iniciativas que están desarrollando una gran actividad, como el ya mencionado CoVER, o Etxekoop, también en el País Vasco. La Asociación Jubilares, en Madrid, está creando comunidades para ancianos, al igual que Housekide en San Sebastián. Y a estos colectivos se suman otros proyectos puntuales con el mismo objetivo de crear una nueva forma de convivencia en las ciudades, humana, cercana y asequible.

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