Casi 2,5 millones de turistas escogieron Lanzarote como su destino ideal durante 2014. Y no lo decimos nosotros, sino los datos recogidos por el Centro de Datos de la Isla de Lanzarote. Las razones son obvias: una primavera eterna en la llamada “isla de los volcanes”, un auténtico paraíso natural y un lugar cargado de historia.
La más oriental de las Islas Canarias, Lanzarote, no deja de ganar enamorados año tras año. Geología pura, paisajes submarinos, transparentes aguas, calas y playas interminables… Lanzarote, sin duda, es contraste.
Un contraste que tiene su centro neurálgico en Arrecife, su capital, testigo de su historia y actual centro administrativo y comercial de la isla.
Tras su marinero nombre que, cómo no, se debe al conjunto de arrecifes, islotes y pequeñas rocas volcánicas que dibujan su litoral, Arrecife es cultura, historia, gastronomía y arte. Contrastes, una vez más, que lejos de desencajar entre ellos hacen de Arrecife un lugar más rico y mágico si cabe.
Una fortaleza defensiva histórica
Tiempos de piratas, batallas y ataques por mar. La ubicación de Arrecife, al abrigo de las corrientes oceánicas, le hizo convertirse en el puerto principal de la isla. Tanto es así que, tradicionalmente, Arrecife ha sido conocido entre los isleños como “El Puerto” por antonomasia.
“Puerto”, también, objetivo de los ataques a la isla por mar fruto de la piratería en esas aguas. De hecho, fue el escenario que motivó que se construyeran las grandes fortalezas defensivas de San Gabriel y San José, aún hoy presentes y vigilando el horizonte.
La primera de ellas, el Castillo de San Gabriel, fue levantada en 1572 en el hoy conocido como Islote del Castillo.
Comunicado con tierra firme por el Puente de las Bolas, su protagonismo contra los ataques y saqueos fue una constante hasta 1896, año en el que perdió su utilidad militar y fue desactivado.
Sin embargo, un par de años más tarde volvería a utilizarse como bastión defensivo con motivo de la Guerra Hispano-Estadounidense, razón por la que recibió también los cañones que hoy adornan su entrada.
Actualmente alberga un Museo Arqueológico en el que es posible adentrarse en la historia más original de la localidad, la aborigen, de la que se conservan numerosos restos arqueológicos.
El segundo gran fortín defensivo de Arrecife es el Castillo de San José, que se levantó entre 1776 y 1779, además de por razones estratégicas y protectoras, como una forma de dar empleo a los habitantes de Lanzarote, que sufrían en aquellos años una terrible hambruna por lo que se le conoció como la Fortaleza del Hambre.
Hoy alberga el Museo Internacional de Arte Contemporáneo, iniciativa del artista lanzaroteño César Manrique, otro de los grandes tesoros de Arrecife.
Un genio con mil caras
Sin duda, Arrecife y Lanzarote respiran y homenajean a César Manrique en prácticamente cada calle y cada rincón.
Pintor, escultor, arquitecto, artista, ecologista, conservador de monumentos, planeador de complejos urbanísticos, configurador de paisajes y jardines, César Manrique nació en Arrecife en 1914 y, tras vivir dos años en Estados Unidos, afirmaría: “Cuando regresé de Nueva York, vine con la intención de convertir mi isla natal, Lanzarote, en uno de los lugares más hermosos del planeta, dadas las infinitas posibilidades que Lanzarote ofrecía”.
Y así lo hizo. Hoy es imposible mirar Lanzarote sin dejar de ver la huella de César Manrique. Los Jameos del Agua, el Taro de Tahíche, el Mirador del Río, el Jardín de Cactus, el Parque Marítimo el Mediterráneo, la Casa del Campesino… Un legado que hace aún más atractiva, si eso es posible, a la pequeña de las Islas Canarias.